miércoles, 11 de abril de 2012

Animaladas

Animaladas.
Otro nombre para otro programa de mascotas, que ya sabeis por mi anterior artículo, son de mis preferidos, junto con toda esa basura que emite la sexta, para  entretenerme contemplando como diria el filósofo "La estupidez del género humano".
Lo ultimo: Tener un cerdo en casa. No, no me refiero a lo primero que han pensado las señoras. "Mi marido es un cerdo, lleva conmigo la tira de años...¡y todavía no le he llevado al veterinario!...mmmm"
Me refiero a una especie de cerdo, puerco, chancho o cochino tipo bonsai, digamos el pony de los porcinos que creo se llama "cerdo vietnamita" llamemosle porcny.
Resulta ser que antes de anunciar lo de Nespresso, George Clooney (que no tiene que ver nada con la orden de cluny, como ya me dijeron una vez) tenia como mascota un cerdo.
No sé si era cierto o no, pero el caso es que el actor en alguna ocasión aparecía con el pequeño porcny en sus brazos. y...¿para que más?, la demanda de cerdos-charlis se disparó. Todos querían tener un cerdito "tan mono" correteando por el pasillo del piso de Alcorcón. Era como "babe" el cerdito valiente, pero menos vulgar.
Así que despues de tener alojado en su cesta al marrano, viene la convivencia con la mascota, la alimentación, los cuidados, las vacunas y, reparas que ¡Oh sorpresa!!, el jodío del cerdo suelta unos pedos que tiembla el misterio, y además no es como bruster, nuestro pequeño yorkshire que avisa, el chancho abre la espita y se caga o mea donde mejor le parece.
-"Ya te dije que no era buena idea", dice él o ella. "Lo del perro vaya, lo del conejo, bueno...pero esto del cerdo me supera"
-"Es el pienso", contesta ella o él". Seguro que como lo compramos de oferta, está caducado.
Pero pasa el tiempo, y los sucesivos sacos de pienso, y el olor comienza a invadir vuestra vivienda, porque amiguitos, podreis lavar a vuestro pequeño amigo todos los dias, pero huele a porcino. Otra verdad universal que os descubro gratis... Es cierto, los animales huelen. Y todos mal.
-"Cariiiiiiiii....hay que bañar al cerdo.."
-¿Otra vez?, responde él, ¿Si a la abuela la bañamos una vez a la semana, por qué tengo que bañar al jodio marrano este todos los días ?
Y así comienzan a surgir ideas malvadas por parte de los propietarios. Normalmente en distintos sentidos. Ellas: "Mmmmm, no sé, ¿y si se lo regalo a la cuñada, que tiene un chalet con parcela?....así podrían jugar los niños...y... si caga en el cesped, al fin y al cabo no deja de ser abono...
Ellos. "Joder la verdad que el cerdo este se ha puesto hermoso...claro, bien de sacos de pienso se ha comido el cabrón...mmmm...este..se lo llevo a Delfin..(explico: el amigo carnicero que nos prepara los chuletones para los asaderos)...decía se lo llevo a Delfín y me resuelve la cena de navidad...y todavia me quedan los solomillos y el secreto para la comida del día de reyes..
Y mientras el cerdo correteando por el pasillo gruñendo y hocicando para desgracia de propios y de vecinos que, como las paredes ahora son de pladur, también oyen como ronca el gracioso cerdito cuando duerme.
Si la experiencia de oir a nuestra pareja del piso de al lado, recién casados, orgasmear por cualesquiera que sean las dependencias de su vivienda, a veces resulta hasta gratificante porque incluso ayuda a generar testosterona, la de oír a un cerdo vietnamita roncar es todo un espectáculo de sonido, luz y color.
Al final el marrano termina en la asociación de recogida de animales correspondiente, junto con su piara de pocnys correteando entre la mierda y comiendo sobras, hierbas, bichos y pasándoselo como un general.
Si pensáis que esto es lo más, os equivocáis.
La siguiente pareja tiene en el salón de su casa un gallo que convive con un gato.
Ella, explica ruborosa ante las cámaras, lo bien que siempre se han llevado el kíkere y el felino "desde que uno era casi huevo y el otro un lindo gatito". Ahora la convivencia tiene sus cosas porque el gato es macho y el gallo también y claro, cuando la gallinácea se agacha a picotear, el mamífero ve ante sus ojos un panorama esperanzador...ojete de pollo libre de obstáculos y, sacando las uñas, se tira afanoso al pescuezo del pollopavo que, acostumbrado ya, hinca las espuelas en los lomos gatunos y comienza a cacarear como diciendo cuidadito compay que esto no es para tí.
Independientemente de esta cuestión reproductoria que pasa hasta en las mejores familias de mascotas, está el hecho de lo que supone tener un gallo suelto en casa: miles de cagadas por metro cuadrado y la doña detrás con la escoba y el badil.
Seguramente vosotros amigos míos, amantes del animal de compañía, iríais a esa casa a tomar café y, con toda la naturalidad y corporativismo del mascotero, sorberíais de la taza donde os lo sirven con la mayor tranquilidad.
 ¿Podríais asegurar que en esa taza, o en el plato donde vais a tomar la paella, no ha comido ya alguna vez Bruster, nuestro perrito?
 ¿Quizá la taza donde picotea el gallo Jiro los restos del azúcar del fondo, es esa de la cual bebéis sin escrúpulo alguno, un delicioso té?
Por mi parte hay dos sitios donde no me siento nunca tranquilo ni a gusto, uno es la casa de un mascotero. Siempre me da la impresión que el sofá tiene pulgas o me va a dar alguna alergia de algo o en el vaso de la cocacola cagó un día el periquito que tienen suelto en el salón.
La otra es la casa de un gay, vaya, es la misma sensación que debe sentir el gallo cuando se agachaba a picotear...
Sentadito y pegao a la pared.
Buenas tardes.

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